Los profesionales y aficionados dedicados al uso y disfrute del mar y sus recursos, somos más conscientes cada día del papel que le corresponde como elementos centrales para satisfacer necesidades críticas de la humanidad, de forma cada vez más acelerada. Asimismo, es consustancial con este objetivo, el compromiso de sostenibilidad amplio que trasciende, de forma que no solo cada acción específica debe ser sostenible, sino que el conjunto debe conseguir una mejora global, referenciándose como mínimo a la situación actual.
Es claro que la aproximación de los profesionales y aficionados constituye un núcleo importante y de referencia, pero del mismo modo es igualmente claro, qué es imprescindible una conciencia social lo más generalizada posible, ya que la dimensión esencial y espacial del problema lo convierte probablemente en una de las cuestiones globales críticas para el futuro de la humanidad.
La consecución socialmente amplia de la Conciencia Marina necesaria (basada en la información y la elaboración de criterios) no es una tarea fácil en ningún caso. La vía más evidente, clara y efectiva para alcanzarlo, es sin duda la utilización del proceso formativo regular, pero qué igualmente no es evidente para el conjunto de los actores del sistema educativo formal, por qué es necesario introducir los elementos de Conciencia Azul y como ha de hacerse.
Con esta cuestión central, he tenido la oportunidad de participar como experto en la mesa sobre Educación Azul en el “Foro Global educación conectada” organizado por Virtual Educa (organización creada en 2001 para impulsar la innovación en educación e impulsar la transformación social y el desarrollo sostenible, especialmente en América Latina y el Caribe) que movilizó en esta jornada (23/24 de noviembre) a más de 1500 participantes de 50 países). En un contexto como éste, focalizado a impulsar la innovación en educación con carácter general, la primera cuestión que se ha de plantear es ¿Hay alguna razón de peso suficiente para que el conocimiento del mar y la reflexión sobre él tenga sentido general?
La respuesta se va consolidando cada día con nuevas evidencias que se derivan de la dimensión que adquiere la realidad:
En muy pocos años hemos pasado de considerar que dada la dimensión de los recursos existentes en el mar se podía pescar libremente cualquier especie en cualquier lugar, a la realidad donde la mayor parte de los stocks pesqueros en el mundo están sobreexplotados con graves problemas de conservación de las especies objetivo pesquero.
Casi con la misma dimensión temporal se ha pasado de considerar que la capacidad y dimensión del océano eran tan enormes, que podían recibir cualquier desecho, en cualquier cantidad. Hoy tenemos la certeza de haber realizado daños de solución prácticamente imposible, como ejemplo basta recordar que no fue hasta 1972 que el Convenio de Londres prohibió el vertido al mar de residuos radiactivos de alta actividad, que hasta 1983 se siguieron “lanzando” los de baja y media actividad y que no fue hasta el 12 de noviembre de 1993 que se prohibió definitivamente el vertido al mar de todo tipo de residuos radiactivos.
Del mismo modo, los plásticos han pasado de ser una basura molesta en ciertos lugares de la costa a encontrarse causando daños, universalmente distribuidos desde la superficie del mar hasta los fondos más profundos.
Es sabido que los gases de efecto invernadero (y en particular el CO2 producido por la actividad humana), son absorbidos en el océano no de forma pasiva sino mediante proceso químico que produce un aumento de la acidez del agua del mar, con un efecto devastador sobre las especies marinas y sucediendo a escala planetaria y no con mayor intensidad en zonas próximas a dónde se producen las emisiones de los gases.
Hoy sabemos con certeza que la capacidad de producción de “la especie humana» ha alcanzado la dimensión suficiente para producir impactos a escala planetaria, lo que ya era evidente en la tierra emergida (qué es menos un tercio del Planeta) ahora es cuando se comienza a percibir la globalidad del proceso, debido a la sincronización de efectos de distinto origen que producen efectos sinérgicos negativos globales imprevisibles.
Sobre esta realidad general, meramente apuntada, como descripción y contexto de las circunstancias actuales que han sido consecuencia de actividades desarrolladas «en tierra» y «desde tierra”, aparece ahora nuevas circunstancias globales que ocurren en el océano, que se derivan del hecho por el cual un número indeterminado pero con seguridad creciente de necesidades de la población del Planeta, tendrán que ser atendida en y desde el mar, dando lugar a lo que se ha venido en denominar Economía o Crecimiento Azul, que por primera vez pueden desarrollarse en espacios reglados ya que todo el océano y todas las actividades económicas que en él se van a desarrollar, estarán administradas, (ZEE por los estados, La Zona por la Autoridad de los fondos marinos y la pesca, los vertidos, la navegación… por los Organismos Reguladores específicos).
La perspectiva espacialmente global y temporalmente inminente descrita, va a desarrollarse sobre el océano mundial donde el conocimiento descriptivo es limitado y el funcional o sistémico lo es muchísimo más.
La consecuencia ya está planteada, hay que encontrar la solución a la cuestión/contradicción que se deriva de necesitar al mismo tiempo para sobrevivir como especie en el Planeta, usar y conservar el océano de forma creciente y acelerada.
Esta si es una cuestión de importancia para que el sistema formativo regular incluya los elementos de información y criterios sobre el océano y las actividades de su uso y conservación para que los ciudadanos puedan participar en la construcción de las decisiones.
Sin embargo, no hay tiempo ni certezas para hacer los cambios que son necesarios, por tanto la solución mas posible e inmediata es introducir los elementos de la Educación Azul como parte de los contenidos y ejemplos regulares. Se puede hacer y hay ejemplos consolidados como “la Red Europea de Escuelas Azules”. Es obvio que si se entiende necesario con carácter gener
