La fecha y el proceso electoral que se celebra cierran un periodo típico y característico de revisión y análisis de lo que ha ocurrido en los cuatro años anteriores, planteándose las visiones, estrategias y planes para los próximos, con propuestas para corregir, mejorar y alcanzar metas conocidas y nuevas.
En el título de la reflexión se insiste en el término de “Crecimiento Azul” y no se sustituye por el de “Economía Azul” (cada día más en uso), por cuánto se van generalizando ideas respecto del valor negativo del “crecimiento como objetivo” atribuyendo implicaciones de que: Si el objetivo es el crecimiento, los impactos negativos que se deriven de él serán objetivos subsidiarios, por tanto, siempre sacrificables.
Es cierto que la experiencia del crecimiento mundial hasta ahora da gran soporte a esa reflexión: El crecimiento general se ha hecho históricamente sacrificando el medio ambiente sin mayores consideraciones.
El continente europeo desde el siglo XIX impulsó y desarrolló el proceso de crecimiento industrial y económico consecuente más acelerado y horizontal que se había producido hasta el momento sobre su entorno inmediato (ya intensamente usado los 2000 años anteriores), los impactos medioambientales y socioeconómicos alcanzaron dimensión nunca vista. A pesar de la extensión del proceso a escala global los intensos efectos en Europa han tenido como consecuencia el inicio y amparo de las ideas, estrategias y organizaciones de análisis, respuesta y oposición al concepto del crecimiento tradicional descrito.
El proceso ha sido difícil y costoso, condicionando de forma clara en el seno de la Unión Europea las estrategias económicas y sociales de las últimas décadas.
Durante estos años se fue elaborando el concepto de “Crecimiento Sostenible” como única vía admisible y guía de la actividad de la Unión Europea, el proceso ha culminado con el “European Green Deal” Pacto Verde Europeo, que incorpora elementos de mayor radicalidad. Más allá de evitar minimizar/compensar los impactos ambientales de cada actividad, acepta e incorpora el reto de conseguir la emisión 0% de Gases de Efecto Invernadero cómo contribución global, persiguiendo evitar la exportación o importación de productos, sustancias y actividades que conlleven un impacto ambiental en su proceso de desarrollo, con especial atención a los GEI.
En el contexto europeo, se ha entendido que el crecimiento económico es necesario y debe ser medioambientalmente sostenible, incluyendo la emisión GEI, que hacerlo es la única vía para sostener la población europea y sus condiciones de vida, encomendando además al reto del Pacto Verde la salida reforzada de la crisis del CV19 y la absorción de los efectos de la invasión rusa.
Se ha de ser preciso en el manejo del lenguaje y las ideas asociadas: El crecimiento económico no produce por sí mismo o de forma automática impactos ambientales indeseables, los produce si se hace sin reglas ni control. El crecimiento económico sostenible evita los impactos y en el caso de ser inevitables se compensan en mayor cuantía.
Un ejemplo claro y de actualidad en Canarias y en el resto de España es la “turismofobia” que se está empezando a producir por la mala gestión de los flujos de visitantes que llegan en número creciente, confundiendo (en muchos casos de forma intencionada) el crecimiento del número de turistas con el crecimiento del turismo, que no son la misma cosa. El problema clave en el caso del turismo (similar en muchas actividades) es que el crecimiento sostenible requiere estrategia público-privada amplia y consensuada, con seguimiento social activo, planificación, concertación, trabajo… Todo lo cual es costoso y difícil. Obviamente es más fácil aumentar el número de turistas sin control.
En la actualidad, el Crecimiento Azul no está ni mucho menos en esta situación (podría suceder cuando la Economía Azul alcanzara en Canarias valores en torno al 15% del PIB regional), por el contrario, su necesario y posible incremento es de la mayor importancia y necesita, para ser sostenible (como en el turismo), es necesario: estrategia amplia, planificación, concertación y trabajo.
Los Informes de “Actividad de la Economía Azul en Canarias” realizados por el Centro Tecnológico de Ciencias Marinas CETECIMA, son sin duda los documentos de referencia del sector y una ventaja para conocer la realidad (inexistente en el Estado y otras Comunidades), que permite establecer lo sucedido en el periodo que ahora culmina.
Las cifras recogidas en estos informes, señalan la importancia relativa de la Economía Azul en Canarias a pesar de evidenciar una disminución ligera (por el impacto de la pandemia del CV19), pasando de representar el 6,69 del PIB al 6,14 y del 7,5 al 7,04 del empleo total. Habrá que esperar al próximo informe del 2022 para tener una visión más precisa, no obstante, la reflexión de fondo se mantiene constante ya que la tendencia anterior a la pandemia señalaba una realidad poco dinámica: del 2018 al 2019 se pasó del 6,4 al 6,9 del PIB de participación en el PIB regional y del 7,2 al 7,5 en el empleo. En definitiva, este crecimiento (que se puede considerar el crecimiento natural de una actividad tradicional bien instalada en su mercado), está lejos de permitir siquiera acercar los objetivos potenciales de la Economía Azul en Canarias, que se han estimado en torno al 15% del PIB regional.
Si no hiciera falta más actividad, se podría discutir la conveniencia de potenciar el Crecimiento Azul para la economía canaria. Los datos del avance de resultados del “Estado de la Pobreza en España 2023”. publicado por la Europea Anti Poverty Network, muestran con absoluta claridad que Canarias en 2023 era una de las 3 (de 17) CCAA de España que ocupan el último lugar con una renta media por persona menor de 11.000€ anuales y una tasa de riesgo de pobreza y de exclusión social (índice AROPE) del 36,2% de la población (con tendencia muy ligera de mejora desde 2017, 39,9%).
Con estas cifras, todo lo que no sea hacer crecer la economía y el empleo en Canarias de forma sostenible es “estar distraídos”. El potencial del Crecimiento Azul es claro y una parte importante de su desarrollo depende del impulso y barreras de las Administraciones: En pesca está todo por hacer para dar valor añadido a la producción local; en la acuicultura bastaría con no expulsar las iniciativas que se presentan (principal tarea de la Dirección General de Pesca a los últimos años) y retocar/arreglar el desastre que supone el PROA; todo el sector naval tiene una amenaza y una oportunidad en la sustitución de los combustibles y sus impactos ambientales; el desarrollo de las energías renovables marinas sigue atascado en los trámites de todo tipo desde las Administraciones de: los puertos, dominio público, energía, costas, medioambiente….
Las Administraciones locales y autonómicas que hoy se eligen no tienen ni todas las competencias, ni todas las capacidades para favorecer y aprovechar las oportunidades del Crecimiento Azul, pero si tienen individual y colegiadamente la capacidad de fijar la “Estrategia de Ubicación” y facilitar muchos de los trámites necesarios. No es fácil, pero si es una gran oportunidad contra la pobreza.