En la semana que termina se ha celebrado (como cada ocho de junio) el día mundial de los océanos, instituido por las Naciones Unidas para tratar de mantener la atención sobre los mares y océanos del planeta. Este año bajo el lema de: “Planeta oceánico: las corrientes están cambiando”.
El mensaje aúna dos ideas: La valorización del espacio marino que se deriva de la contradicción de llamar planeta Tierra a un planeta en el cual la superficie ocupada por los mares y océanos es del 70% y que visto desde el espacio es un planeta Azul. La aparente contradicción no es tal considerando que los humanos somos básicamente animales terrestres. La comprensión de la dimensión “volumétrica” de los océanos es difícil, la interacción directa con los mares y océanos es necesariamente muy limitada y peligrosa, necesitando hasta hace muy poco tiempo instrumentos básicamente costosos para hacer posible de forma regular y eficiente esta interacción.
La segunda parte del mensaje de este año se focaliza en: “las corrientes están cambiando”, que es de más difícil comprensión, más allá de concluir que si se alerta de estos cambios es que deben tener consecuencias de interés e importancia (y así es), dependiendo de la dimensión e intensidad que terminen por alcanzar los cambios (que ya se han detectado) las consecuencias en las condiciones de vida en el Planeta pueden ser afectadas de forma crítica.
Sin embargo, la aproximación a la realidad de los océanos mundiales en relación con la vida y necesidades de la población global va tomando una presencia mayor y más continuada a través de la relación directa del crecimiento de las necesidades, demandas y actividades que han venido a concretarse en el concepto emergente de “Economía Azul”.
La realidad actual se plantea en base al conjunto de actividades más tradicionales como la pesca, transporte, comunicaciones y disfrute directo (turismo, deportes, recreo…), demandadas cada vez de forma más exigente para que aumenten sus prestaciones, a las que se han de añadir los nuevos requerimientos provenientes de actividades emergentes: la energía, el agua, la acuicultura y los recursos no renovables como petróleo, gas y minerales.
Tanto el aumento de las actividades más consolidadas como las emergentes generan como conjunto la visión de una gran amenaza para el océano, en la medida que el espacio constituido por mares y océanos es el menos usado y mejor conservado de forma objetiva en el Planeta y aún en mayor medida si se hace la comparación con lo sucedido históricamente en cantidad y extención en tierra.
Resulta de interés en el contexto del “Día de los Océanos” hacer un recorrido, aunque sea breve, pero de conjunto por la situación actual:
Comenzando por la pesca: el último informe de la FAO 2022 (Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura), documento de referencia internacional, según ha venido trascendiendo parece reflejar una situación contradictoria: El informe señala que más de 500 poblaciones de peces explotadas en el mundo (casi un 35% del total) están sobreexplotadas, siendo una tendencia creciente desde 1974 y sin embargo, también señala que el 82% de la pesca desembarcada corresponde a pesquerías sostenibles en porcentaje creciente (específicamente un 4% en los últimos 2 años). Aunque no hay contradicción si se considera que las pesquerías bien gestionadas son las de mayor importancia (menos especies y más cantidades) y la sobreexplotadas son las más pequeñas, en áreas muy especiales y muy irregularmente situadas, lo que dificulta la gestión.
La valoración conjunta con la acuicultura indica que el consumo per cápita mundial ha alcanzado los 20,2 kg, duplicando el valor de los años 60, lo que supone efectos sobre la salud y de alivio en las explotaciones terrestres de producción de proteínas de mucho mayor impacto ambiental.
El tráfico marítimo internacional, según informe de la UNCTAD (organismo de la ONU fundado para impulsar el comercio internacional), sigue manteniendo una línea de crecimiento continuada en los últimos años (salvo el año de la Pandemia) y a pesar de este crecimiento, el número de grandes derrames ha disminuido significativamente mientras que los vertidos menores incluidos, especialmente los de sentina está aumentando. La emisión de GEI y de ruido submarino se constituyen dentro de los impactos crecientes más significativos, sobre los que se van afinando medidas de control tendentes a la eliminación total.
El turismo costero representa aproximadamente el 50% del total y con tendencia al crecimiento. En la Unión Europea (según se ha evaluado en el último informe sobre Economía Azul 2023), el sector tiene un VAB de 36.500 M€ y genera 1.718.000 empleos, siendo en muchos Estados el bloque de mayor importancia. Los impactos y consecuencias ambientales de este sector son bien conocidos y han permitido generar procesos de evaluación que en la actualidad hacen imposible muchos de los casos ocurridos en el pasado y van corrigiendo muchas de las situaciones que lo requieren.
Las actividades portuarias, la construcción y reparaciones navales completan el conjunto de sectores maduros en Europa. Al respecto de ellas están avanzando procesos muy determinados de operación y recuperación ambiental: como ejemplo en el primer caso, existe una estrategia amplia, multinacional y multifuncional para alcanzar el objetivo de transformación global a Puertos verdes y en el segundo: como ejemplo, en España los astilleros se encuentran inmersos en un proceso de modernización y mejora ambiental en el contexto del PERTE naval, impulsado por 200 M€ de inversión pública que pretenden movilizar otros 1460 M€ de inversión privada en esta dirección.
El sector de aprovechamiento de recursos no vivos puede ser considerado compuesto del sector tradicional de extracción de petróleo y gas, con un impacto ambiental marcado por catástrofes de gran trascendencia, que con mayor o menor velocidad (esta es la cuestión principal) están abocados a su desaparición. Por el contrario, la minería submarina profunda en la actualidad es la gran cuestión por resolver y de no ser por el establecimiento en su momento de la Autoridad Internacional (ONU) estaría realizándose ya bajo la responsabilidad de cualquier Estado,
Algunos sectores emergentes como la biotecnología o la potabilización de agua, por dimensión y velocidad de desarrollo disponen de tiempo, recursos y el marco formal para conseguir su crecimiento se produzca en condiciones ambientales favorables. La eólica marina fija al fondo (ya con dimensiones absolutas importantes pero espaciales limitadas) va consiguiendo un desarrollo claramente sostenible, aunque quedan abiertas cuestiones importantes en la eólica flotante más ligadas a la compatibilidad de usos con la pesca que a problemas ambientales específicos.
A pesar de la brevedad del repaso, lo que queda absolutamente claro es la exigencia y presión que se va a ejercer sobre los océanos para atender y dar soporte a las necesidades de la población y en consecuencia la necesidad de aplicar una aproximación de gestión y control que dé garantías ambientales de futuro.
El Principio de Precaución se ha venido perfilando como la herramienta conceptual central para dirigir el avance, no obstante, este principio debería ir interpretándose más como un proceso de control del avance que como un proceso tendente al bloqueo, manteniendo y proveyendo la capacidad de rectificación de los procedimientos, incluidos la total: desmantelamiento/cese de actividad si se demuestran impactos inadmisibles. Este enfoque se constituye en lo que puede identificarse cómo el Principio de Prudencia necesario.