Estamos acostumbrados a referencias continuadas de días señalados para una finalidad específica. La idea en general es que la fijación de la fecha oriente y concentre informaciones, acciones y propuestas relevantes para la finalidad en cada caso. El próximo martes 8 de junio se celebra el Día Mundial de los océanos, establecido muy formalmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de diciembre de 2008, dentro de la Resolución sobre los Océanos y el Derecho del Mar. Aunque no se argumenta de ninguna forma específica, el contexto en que se produce señala claramente la necesidad de divulgar la realidad y situación de los océanos, la complejidad de su gestión, la necesidad de su aprovechamiento y uso responsable.
El lema de este año trata de situar la cuestión en sus términos más precisos «El Océano: Vida y Medios de Vida». Se trata de señalar la tensión en la que se encuentra la sociedad mundial que necesita encontrar una solución equilibrada que le permita garantizar la conservación “integral» del medio marino y la vida que en el ocurre, a la vez que se usa y se obtiene de él un conjunto creciente de bienes y servicios imprescindibles para la supervivencia de la población mundial.
Hasta hace muy pocos años, se aceptaba sin mayor discusión que las dimensiones y capacidad de reequilibrio del Océano lo hacían inmune a su explotación y uso, en consecuencia, se podía pescar prácticamente de forma libre en cualquier parte del océano y se podían verter residuos de cualquier clase en cualquier sitio (aunque parezca sorprendente, incluidos los nucleares).
En un periodo de tiempo muy corto, sin embargo, se ha llegado a la certeza, con ejemplos contrastados, que la humanidad tiene la capacidad suficiente para producir daños ambientales en cualquier lugar y profundidad del océano. Igualmente en casi el mismo tiempo, el crecimiento de la población mundial y sus necesidades han venido dirigiendo la atención a los océanos, que no ha sido más rápido por la dificultad técnica y los mayores costes que cualquier actividad en el mar tiene respecto de su equivalente en tierra.
Esta situación ha ido planteando, hasta ahora, un conjunto de posiciones muy contradictorias que se van confrontando en el seno de los Estados para los procesos que se desarrollan en la Zona Económica Exclusiva de cada país, en aguas internacionales en organizaciones diversas (principalmente en el marco de actividades pesqueras) o la minería submarina en el ámbito de «La Autoridad» mundial derivada del Tratado Internacional impulsado por la ONU.
La evidencia de los impactos de la actividad humana descontrolada en el océano mundial está constituida por una larga y con seguridad incompleta lista: La mitad de los arrecifes de coral se han perdido en los últimos 150 años, la contaminación por plástico se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años, un tercio de las poblaciones de pesca de interés comercial están sobreexplotadas…
Este conjunto de situaciones ha ido produciendo en algunos casos intervenciones de conservación que han tenido consecuencias positivas. La aparición reciente y continúa de los efectos de estas intervenciones, ha impulsado a un grupo importante de expertos internacionales de 16 universidades de 10 países, liderados por los investigadores españoles Carlos Duarte y Susana Agustí a publicar en la revista Nature (bajo un especial escrutinio) un artículo que recoge un conjunto bien documentado de casos de éxitos de las intervenciones de conservación: Las ballenas jorobadas que migran de la Antártida a Australia han pasado de unos cientos en 1968 a más de 40.000 actualmente. Los elefantes marinos del Norte se han recuperado de 20 animales en 1880 a más de 200.000 y las poblaciones de focas grises han aumentado un 1400 % y un 823 % desde 1977 en Canadá y el Báltico respectivamente…
Con este conjunto de informaciones y datos contrastados, los autores deducen que la capacidad de recuperación de la vida marina y de sus ecosistemas es mucho más rápida de lo que se pensaba hasta ahora, lo que, en definitiva, en términos actuales, viene a plantear que, depende de las decisiones que se tomen, se puede continuar y acelerar el deterioro o se pueda conseguir la recuperación y gestión sostenible de los recursos.
Es en este contexto que la reflexión anual del Día de los Océanos trata de conseguir que se fije la atención en el que es el problema más grande para el futuro de la población del planeta, conservar y aprovechar el medio y los recursos marinos, ya que una parte importante de sus necesidades, así como las condiciones de habitabilidad necesarias para su supervivencia dependen de la buena salud del océano mundial.
A pesar de ello, el conocimiento público general de la problemática real y de los términos en que está planteada esta situación es bastante limitado, incluso sorprendentemente, en poblaciones costeras e insulares y mucho más en las poblaciones sin referencias marina.
En las islas, la realidad actual y su futuro depende en gran medida de los efectos de decisiones que se tomen en todos los niveles, desde lo local a lo internacional, por lo que la formación e información general sobre este tema debieran ser una preocupación y ocupación continuada y permanente.
Está limitación es bastante generalizada y es objeto de iniciativas de diverso origen y enfoque, Resultan especialmente atractivos por su eficacia, los ejemplos de la introducción de contenidos específicos en las escuelas, organizados, formalizados y estimulados como la formación y provisión de recursos. Se encuentran distintas fórmulas donde las más formalizadas conducen a la obtención de un distintivo de “Escuela Azul” que sirve de referencia, es de reseñar el papel de impulso de la Coalición Europea de los océanos que integra a EU4 Ocean Platform, Youth40 Ocean Forum y la Red de escuelas europeas .
En Europa este movimiento se va consolidando y forma parte de la estrategias de impulso y soporte del Crecimiento Azul que solo será posible y sostenible en la medida que la población tenga información y criterio al respecto. La iniciativa y soporte europeo, son sin duda, una oportunidad para impulsar en Canarias el reconocimiento de su componente marino, que históricamente no ha sido relevante, ya que ha sido asumido más como factor limitante que como oportunidad.