En diciembre de 2017 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Resolución por la que se declaraba al año 2022 como Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanal, designando a la FAO organización líder para su desarrollo.
Este señalamiento se planteó con un doble objetivo, en primer lugar, dirigir la atención mundial a la función que desempeñan los pescadores, acuicultores y el personal asociado a estas actividades artesanales (seguridad alimentaria, nutrición y erradicación de la pobreza), promoviendo un mayor entendimiento y dándoles mayor apoyo.
Por otro lado, dar una oportunidad a mejorar el diálogo e incentivar su participación en los procesos de toma de decisiones y facilitar el establecimiento de alianzas a todas las escalas espaciales (mundiales, regionales en términos de mares y océanos y nacionales). Enlazando esta acción con los 0bjetivos de Desarrollo Sostenible ODS (14) y el Decenio de los Océanos.
La magnitud de estas actividades es de gran importancia global (se estima en más de 110 millones de trabajadores, según datos del Banco Mundial), aunque está desigualmente repartida dependiendo directamente de las condiciones locales en que estas actividades se desarrollen, siendo en ese entorno próximo donde producen los importantes efectos que se plantean proteger e impulsar con la declaración del Año Internacional.
Desde la aprobación de la Resolución, se han venido elaborando las iniciativas para su desarrollo dirigidas a la minimización de problemas específicos y al genérico de la confrontación emergente con los sectores industriales respectivos, así como, al aprovechamiento de ventajas y potencialidades. Entre las principales está el reconocimiento de las diferentes particularidades de la pesca artesanal y la acuicultura en el mundo (este concepto presenta variaciones en las diferentes partes del planeta), a las que se añaden:
Puesta en valor de la pesca artesanal.
Promoción de prácticas triplemente sostenibles, medioambiental, social y económicamente.
Estimular el uso de combustibles no contaminantes, así como cualquier tipo de recursos energéticos renovables.
La promoción y adaptación al uso de arte y equipos de pesca ambientalmente admisibles.
Aprovechar la oportunidad para involucrar a la pesca artesanal en la lucha contra la pesca ilegal no declarada y no reglamentada.
La importancia de permitir la representación de la pesca y la acuicultura artesanal en los órganos consultivos, en relación con las decisiones que se tomen sobre actividades y sobreexplotación de los recursos.
Fortalecer el papel del desarrollo local, liderado por la comunidad tanto en promoción de la agricultura la pesca artesanal como en el logro de la seguridad alimentaria.
La complementariedad de las actividades de pesca artesanal y la acuicultura entre sí y con otras actividades de la Economía Azul.
Demostrar que la pesca y la acuicultura denominada industrial o de gran escala no es menos sostenible por definición que la artesanal, sino que la sostenibilidad de las dos modalidades (necesarias y complementarias ambas), depende del efectivo cumplimiento de los principios de conservación ambiental necesarios.
Las dos últimas iniciativas se vienen a posicionar frente a la tendencia señalada en el ámbito internacional, que está planteando tratar de contraponer las actividades locales y de pequeña escala (artesanales) con las industriales o de gran escala. Señalando con claridad, que la sostenibilidad medioambiental imprescindible de todas las actividades no depende de la dimensión específica sino del efectivo cumplimiento de los principios medioambientales en su trabajo y en el control efectivo de los mismos. Se indica, asimismo la necesidad de complementariedad entre la pesca, la acuicultura y las otras actividades de la Economía Azul.
En Canarias, actualmente la situación comparte las características generales propias de estas actividades, aunque con dimensión económica relativamente pequeña, pero con influencia significativa respecto de otras actividades de la Economía Azul.
Es importante entender que, con la declaración de apoyo a la pesca y la acuicultura artesanal se trata de afrontar (además de la problemática propia), el nuevo fenómeno planteado con carácter cada vez más general en muchos y diferentes sectores económicos: Enfrentar de forma radical las actividades económicas de todo tipo, según sea la dimensión de los agentes ejecutores de las mismas. Sirvan de ejemplo:
-El sector de la generación eléctrica. En muy pocos años ha pasado de la aceptación generalizada a la introducción de energías renovables a una oposición creciente, ampliamente extendida en el conjunto de las comunidades autónomas. Sin duda, al menos una parte significativa del rechazo creciente es consecuencia directa de la dimensión de los proyectos que han pasado de ser pequeñas unidades, fotovoltaicas o eólicas promovidas por emprendedores tecnológicos o pequeñas compañías, a parques de dimensiones crecientes en producción y tamaño impulsados por grandes corporaciones nacionales e internacionales.
-El mismo enfoque se extiende a la agricultura donde se plantea como solución a la sostenibilidad el consumo de productos locales, ecológicos, de kilómetro cero desde pequeñas fincas, considerando a la agricultura industrial como los “petroalimentos” sin tener en cuenta la importancia de la distribución global a aquellos lugares donde no es posible obtener alimentos “de cercanía” en la cantidad y calidad necesaria.
La realidad es de gran complejidad y la solución/es también, tanto en el ámbito local como a medida que se interrelacionan de forma inevitable con marcos geográficos más amplios, hasta alcanzar inexorablemente el ámbito global.
La situación necesita de una intervención y participación muy activa de los distintos agentes implicados en cada sector: de los generadores del conocimiento desde universidades y centros de investigación, administraciones publicas de todos los niveles y del conjunto de la sociedad civil para visibilizar el conjunto de requerimientos y consecuencias de las distintas alternativas, con atención especial a los intereses de las partes y en particular sobre quien recae finalmente los costes en cada caso, que suele ser a la que se pone menor atención.
La gestión adecuada, equilibrada y dinámica (para adaptarse lo antes posibles a los cambios que se suceden) del conjunto de las actividades es la esencia del futuro, que debe permitir minimizar daños, y maximizar los beneficios socioeconómicos y su sostenibilidad ambiental.
Todas las partes son responsables, pero no es fácil (en ningún sitio) encontrar los foros y condiciones que hagan posible la reflexión, a falta de otras iniciativas, es propio de las administraciones hacerla posible. En Canarias, sin duda deben complementarse la visión insular y regional.