Con un día adicional para tratar de mejorar el acuerdo al que se había llegado en los días previstos, se cerró la COP26 en Glasgow. Los documentos finales que recogen los acuerdos alcanzados, según el secretario general de la ONU: «Reflejan los intereses, las contradicciones y el estado de voluntad política en el mundo actual” añadiendo que «es un paso importante pero no es suficiente, debemos acelerar la acción climática para mantener vivo el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global del planeta a 1,5ºC».
Sin duda, la declaración del secretario general coincide (con el obligado equilibrio al que su posición requiere) con el consenso amplio de los analistas, señalando que los avances y acuerdos están dirigidos en la buena dirección, pero son insuficientes.
El resumen de los cinco puntos clave de los acuerdos alcanzados en los que hay una mayor coincidencia son:
Instar a los países desarrollados a duplicar los fondos para contribución y ayuda para la adaptación de los países en desarrollo.
Requerir la actualización de sus objetivos de reducción de carbono para 2030 y que lo hagan durante el año 2022 para presentarlos en la próxima reunión.
La solicitud para que reduzcan gradualmente el uso del carbón como fuente de energía, así como las subvenciones a los combustibles fósiles.
Abrir el diálogo para examinar la posibilidad de compensación económica por el daño ya causado por el cambio climático.
Las evidencias que existían (desde antes de iniciarse la Convención) sobre la dificultad de llegar a acuerdos concretos y la necesidad de no producir una frustración general de las enormes expectativas sobre los resultados necesarios, tuvo como consecuencia la organización de trabajo paralelo entre países e instituciones para alcanzar acuerdos más concretos y específicos que poder mostrar en el contexto de la reunión, entre éstos, destacar:
La declaración inesperada chino-estadounidense por la que se comprometen directamente a impulsar la cooperación en la próxima década sobre temas de efecto climático importantes (emisiones de metano, la descarbonización y la transición a las energías limpias), señalando en el documento su firme compromiso de trabajar juntos para hacer posible no rebasar el incremento de temperatura global más allá del 1,5ºC comprometido.
El compromiso de más de 120 países que tienen en sus territorios prácticamente el 90% del bosque mundial de frenar y revestir en sus ellos la deforestación.
Otros más de 100 países (no exactamente los mismos del acuerdo anterior) acordaron impulsar la reducción del 30% de las actuales emisiones de metano antes del 2030.
Respecto del carbón, 40 países acordaron reducir su consumo de forma efectiva.
Sobre el transporte ecológico, un grupo más heterogéneo de gobiernos nacionales, ciudades y grandes empresas, firmaron la que denominaron “Declaración de Glasgow” para poner fin a la venta de coches y furgonetas con motores productores de gases efecto invernadero antes de 2035.
Incluso el sector privado aprovechó el escenario y la necesidad de impulsar los objetivos mostrando su compromiso con distintos acuerdos y declaraciones, entre los que se puede referenciar específicamente la implicación de prácticamente 500 empresas de servicios financieros mundiales, acordando alinear 130 billones$ (alrededor del 40% de los activos financieros del mundo) con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París del 2015, incluyendo específicamente la limitación del calentamiento global a los 1,5ºC.
Si en vez de empezar por el resumen de acuerdos que se ha presentado al principio de este artículo, lo hubiéramos hecho con esta última relación de los mismos (que además se puede extender con otros importantes y atractivos que también se han alcanzado), la impresión podría ser distinta, pero la realidad es como señalaba el Secretario General de la ONU que los acuerdos siendo buenos y algunos magníficos son insuficientes.
¿Cómo se ha pasado de los acuerdos atractivos y terminantes de París a estos moderados e insuficientes? Probablemente la razón de base es que en los 6 años transcurridos entre las dos Convenciones, prácticamente todos los países han hecho con mayor o menor detalle y con la visión particular de cada uno de ellos, la evaluación de los costes para poder cumplir con los objetivos que le corresponderían y en los casos de los países más ricos, añadir los de su contribución para que los menos desarrollados también los puedan alcanzar y la realidad inequívoca es que los costes son muy altos y en algunos casos enormes.
Este es el problema: ¿Cómo se costea el cambio mundial necesario para evitar el calentamiento fatal del planeta? y en el “cómo” se incluye de forma específica la explicación del coste de éste proceso a los ciudadanos respectivos.
La conciencia ciudadana global sobre los peligros del cambio climático y por ende la necesidad y conveniencia de combatirlo crece continuadamente, de ahí que en un foro como Glasgow, todos los países hallan tratado de participar en acuerdos que permitan mostrar su compromiso y obviar cada uno los temas más difíciles. Se puede ver con claridad con la participación activa y enérgica en algunos acuerdos y en la no participación en otros (sirva de ejemplo como en el acuerdo del carbón no han participado Australia, India, China o Estados Unidos y en el del metano no lo ha hecho Rusia, India y China).
A pesar de todo, este es el camino global principal (y probablemente único), para poder alcanzar los objetivos climáticos imprescindibles que impidan la situación irreversible que las previsiones señalan. En cualquier caso, es muy probable que el incremento en cantidad y claridad de las evidencias de los daños y las aportaciones tecnológicas y funcionales que se van a ir produciendo (fruto de los enormes esfuerzos que se están realizando de forma generalizada), permitan ir avanzando con mayor velocidad y así alcanzar los objetivos en el tiempo necesario.
Este camino central multinacional no solo debe ser apoyado e impulsado desde las instituciones gubernamentales correspondientes, también se puede y se debe contribuir desde las entornos locales, aumentando las buenas prácticas y la concienciación ciudadana desde el conocimiento real de la situación, haciendo posible que se les evidencie que también se ha de contribuir a los costes, ya que de no ser así no será posible.