Vivimos unas circunstancias excepcionales y difíciles, la pandemia y la guerra, sin que sea evidente ninguna razón para ello, se están solapando en el tiempo. Su magnitud individual y sincronización temporal tienen como resultado evidente (del que todavía no conocemos su verdadera dimensión y alcance) que la historia de la humanidad va a cambiar, dando fin a un ciclo y abriendo otro que está por descubrir y construir.
La urgencia de la guerra está impulsando (no sin controversia entre los expertos y de estos con los gestores), la declaración del fin de la pandemia, no como consecuencia de la limitación de casos al número en el que hasta ahora había un amplio consenso, sino por transformación en una endemia con un número de muertos (medidos en los espacios temporales que se quiera) que también hasta hace muy poco tiempo perecían inaceptables. Los líderes y gestores sociales entienden (y puede que con razón) qué es demasiada presión para las sociedades actuales.
Cada una de las dos catástrofes tiene sus causas y consecuencias específicas que son imposibles de evaluar o tan siquiera avanzar en este momento, sin embargo, hay una consecuencia absolutamente clara reforzada por la sincronización temporal sobre la economía global asimétrica a que la humanidad se dirigía, basada en el principio por el cual “se consume en el lugar que se necesita y se produce dónde se hace de forma más eficiente” y que no va a ser posible, pero no lo va a ser por los defectos y problemas que ya se habían observado y se consideraba podrían llegar a ser resueltos, sino por la clara evidencia de sus limitaciones absolutas en estas crisis, solo como ejemplos más simples y claros se pueden referir uno en cada crisis: ¿cuántos muertos se han debido a la no disponibilidad de elementos sanitarios necesarios, como las mascarillas, los aireadores o las vacunas donde hacían falta y se podrían producir pero no se hacía porque no eran los lugares más eficientes; ¿cómo ahora en la guerra, se puede explicar qué países que se oponen con firmeza y determinación a la agresión rusa en Ucrania la estén financiando mediante el pago de los combustibles que reciben?.
En el primer caso “no era posible” que se produjera una circunstancia como la que realmente a ocurrido, en el segundo lo sucedido es consecuencia del planteamiento de globalidad que se ha roto. Se aceptaba que el comercio global podría soportar un nivel de conflictividad controlada por los países líderes, ya que todos en conjunto o cada uno de ellos de forma individual, harían lo imprescindible para no poner en cuestión el funcionamiento económico global (como ha venido sucediendo hasta ahora).
El nuevo orden que resultará es impredecible, solo cabe el deseo y la esperanza de que sea posible salvaguardar las ventajas de los mercados globales y resolver los desastres derivados de sus excesos reales y conceptuales. No se puede obviar que la globalización tiene un motor último y potente que se deriva de la disminución de los precios unitarios de los bienes que llegan a los consumidores y el aumento de los de los beneficios derivados del manejo de grandes volúmenes, la consecuencia es ser más barato que cualquier sistema basado en equilibrios socioeconómicos y la autonomía distribuida qué es necesaria y estabilizante y en consecuencia tiene un sobre coste que ha de ser asumido, incluso cuando los problemas no son ni evidentes ni inmediatos.
La energía dependiente de los combustibles fósiles ya había mostrado con claridad la capacidad de generar crisis globales que han tenido difícil solución. Sin embargo, este grave problema tiene ahora (con el desarrollo de las energías renovables) una solución clara estable que debería haber servido para que no se produzcan situaciones como la actual, pero que en cualquier caso debería impedirlas en el futuro.
El desarrollo de la energía renovable está resultando más difícil de lo que hubiera sido previsible, confirmándose que la materialización e implantación de estas energías, no tiene relación directa ni con la disponibilidad del recurso (eólico-fotovoltaico hasta el momento) ni de las necesidades objetivas, sino que está ligada a la capacidad, determinación política administrativa y a la convicción social sobre las que sean de apoyar su desarrollo.
Las energías eólica y fotovoltaica ocupan un espacio significativo y evidente en cualquier lugar donde se instalen. En algunos lugares particulares como las islas esta evidencia puede producir debilitamiento en la voluntad social de desarrollo e implementación de estas tecnologías, no obstante, el empuje tecnológico que ha permitido en muy pocos años hacer posible de forma competitiva y eficiente su establecimiento en el mar (inicialmente con instalaciones fijas y en el último periodo en estructuras flotantes), permite el impulso claro y firme de esta energía en esos mix energéticos.
En el ámbito mundial, el crecimiento del número de proyectos de eólica marina ha supuesto; la incorporación de 200 GW al conjunto de proyectos en desarrollo, que en el caso del Reino Unido (islas con voluntad determinada de autonomía de todo tipo), los proyectos de eólica marina en desarrollo son de 86GW (8 veces más que la capacidad operativa actual de ese país) lo que ha supuesto el aumento del 60 % en el último año (8GW en el conjunto del país a los que se han de añadir los 25 GW impulsados específicamente en Escocia).
La situación en España en general y en Canarias en particular, sigue el proceso de avance muy lento de difícil justificación. En la reciente presentación por el Gobierno de Canarias del documento de avance del PTCAN, en el cual se han presentado con un alto nivel, necesidades, capacidades y posibilidades para el desarrollo del sistema, que señalan con claridad que debe hacerse, sin embargo seguimos esperando por “la próxima publicación” del POEM canario. Este documento es solo el primer requisito y no se culmina, sin ninguna duda, porque no se ponen los recursos humanos y materiales necesarios para que se puede terminar adecuada y rápidamente.
La dramática actualidad no solo no debe introducir ralentización, sino que debería producir el impulso decidido para la solución del problema de dependencia y costes del sistema energético en Canarias y el aprovechamiento de una oportunidad de crecimiento económico histórico que permita abordar con mayor fortaleza el futuro.