La nueva Comisión Europea se encuentra inmersa en su habitual procedimiento de constitución, con una suma de multitud de circunstancias difíciles de prever, pronosticar y de acertar en su análisis.
Después de un proceso inicial relativo a la concreción de fuerzas políticas suficientes para nombrar al presidente (en este caso presidenta) y no sin dificultades, se han podido cumplir las previsiones que señalaban a la alemana Ursula von der Leyen (presidenta saliente) la candidata mejor posicionada para su reelección, como así ha sucedido.
Respecto a un cargo de la complejidad como el de la presidencia de la Comisión Europea hay un consenso bastante generalizado entre los analistas: que la continuidad en un segundo mandato (salvo circunstancias muy especiales o particulares), es mejor que la sucesión por candidatos sin esa experiencia, ya que permite rentabilizar el “curso formativo” que inequívocamente se ha obtenido.
La distribución política de los europarlamentarios una vez confirmada la presidencia, se dirige directamente a influir en la composición de la Comisión y es ahí donde la presidencia se juega su primer gran objetivo, tratando de que las personas elegidas-pactadas con las fuerzas políticas y los gobiernos de los Estados se adecuen a la distribución competencial que se está elaborando, que a su vez es consecuencia de la realidad orgánica y funcional del aparato administrativo de la propia Comisión y de la voluntad de corregir y reorientar hacia el futuro (que sin duda es voluntad de la presidenta), en el mandato que marca su legado político personal.
El proceso es largo, los candidatos son sometidos a escrutinio personal directo y político referencial en cuanto a la adecuación a la tarea que se le encomienda a cada uno. Lo que es más claro para los que atienden competencias en las áreas más estables en definición y competencia, con más incertidumbres y expectativas para los que atienden las áreas con nuevas denominaciones, que en este momento no son más que las primeras definiciones de la orientación que la presidenta trata de darle a la nueva Comisión y su funcionalidad hacia el futuro del mandato.
Los análisis se suceden comenzando por los más básicos, como el equilibrio de género: no se ha conseguido la paridad en el Colegio de Comisarios, pero se ha compensado en la de medida que de las seis vicepresidencias ejecutivas que se crean cuatro son ocupadas por mujeres y dos por hombres.
Obviamente en el contexto de esta página corresponde poner la atención del análisis en cómo quedan colocadas las competencias relativas a la Economía Azul y quién o quiénes serán el comisario/s correspondiente/s.
A falta del detalle y contenidos necesarios para una valoración más precisa, que requiere meses para concretar las definiciones y de algunos años para ver las consecuencias reales, la lectura de los meros enunciados de los departamentos creados y algunas definiciones iniciales de ellos (que van apareciendo en distintos momentos del procedimiento), sirven claramente como definición de tendencia y visión que son de gran importancia.
Directamente, aparece en esta Comisión un departamento denominado de Pesca y Océanos, donde parece encontrarse el núcleo de lo que se viene entendiendo como Economía Azul, respecto del cual se ha conocido un primer enfoque: “Van Der Leyen confía en el conservador chipriota para construir un sector resiliente, competitivo y sostenible y presentar el Primer Pacto Europeo de los Océanos”.
En el propio enunciado destacan una actividad bien conocida: Pesca y un concepto administrativo y de gestión genérico poco definido: Océanos.
Parece como primera impresión que el sector pesquero debería estar “mayormente satisfecho” ya que se singulariza como nunca en un departamento especifico de la Comisión, separándose de agricultura, alimentación y medioambiente. Sin embargo, las organizaciones sectoriales españolas ANFACO y CECOPESCA ya han mostrado su preocupación por quedar desgajada su actividad de alimentación anfaco, cecopesca, y comercio (que forman parte de su cadena de valor específico), quedando envuelta con otras actividades propias de la Economía Azul que están alejadas de ella.
En sentido contrario se pueden recoger los posicionamientos iniciales del sector de la acuicultura, que se entiende está incluido en las competencias de este comisario, pero perdiendo la oportunidad de que el departamento se hubiera denominado Pesca, Acuicultura y Océanos (APROMAR), quedando así objetivamente señalados en el contexto político, administrativo y social.
Desde el punto de vista de la Economía Azul resulta evidente que serán necesarios mecanismos de coordinación importantes con varios de los nuevos departamentos donde se recogen “aspectos específicos” con los que será imprescindible coordinar (a continuación, entre comillas) como: “energía” y vivienda; “transporte sostenible y turismo”; salud y “bienestar animal”; “agricultura y alimentación”; “medio ambiente” resiliencia hídrica y economía circular; prosperidad y “estrategia industrial”; (puede parecer que no se coordina con el nuevo departamento creado en esta Comisión, denominado “para el Mediterráneo” que está enfocado a la visión socioeconómica de la relación norte sur en este espacio).
Mientras se va produciendo el proceso de valoración parlamentaria de cada comisario paralelamente se van explicitando los contenidos a través las llamadas “cartas de misión” (en las que la presidenta comunica a cada uno de ellos la visión del mandato), movilizándose los posicionamientos de los sectores interesados afectados y el estudio y aproximación a cada candidato concreto.
El candidato a Comisario de Pesca y Océanos es el chipriota Dr. Costas Kadis, de formación inicial como profesor de biodiversidad y conservación, con experiencia de gestión político-administrativa como ministro en tres ocasiones del Gobierno de su país, lo que junto a su experiencia de negociación en situaciones complejas como las que se derivan de las relaciones de las comunidades greco y turcochipriotas en su país, le dotan de un perfil inicial que parece muy apropiado para este departamento.
La realidad que la nueva Comisión Europea muestra en relación con la Economía Azul, confirma una vez más la aproximación fraccional desde diferentes enfoques centrales, respecto de los cuales resulta en el mejor de los casos complementaria, cuando no meramente marginal, lo que no cambia la realidad ni la potencialidad y necesidad de la Economía Azul en muchos de los problemas críticos para las sociedades actuales y futuras.
Desde esta situación de partida, se hace necesario impulsar los procesos y acciones de encuentro y cooperación en las políticas y planes europeos, ya que el tiempo para muchas de las oportunidades que están apareciendo en los escenarios socioeconómicos internacionales, es una variable crítica.
El primer Pacto Europeo de los Océanos, señalado por la presidenta como un objetivo concreto para el mandato de este comisario, se presenta por la inexistencia de referencia y la indeterminación actual de contenido como un espacio de encuentro o conflicto (según cómo se enfoque), ya que inexorablemente será espacio de tensión, como viene siendo habitual entre las tendencias de crecimiento económico acelerado y conservación ambiental más radical. La situación que se produzca como resultado de este proceso tendrá consecuencias de valor general, que serán sin duda de mayor importancia para las circunstancias particulares tanto de conjunto del Estado español como de Canarias.