En las últimas semanas hemos insistido en la necesidad de conseguir que la salida de la crisis debiera tener objetivos de cambio y crecimiento, más allá de la recuperación de la situación anterior y qué tal objetivo requiere, como se ha visto, planificación, determinación y concertación público-privada. La determinación tiene dos componentes uno claro de convicción y voluntad y otro los recursos necesarios que se han de poner al servicio de los objetivos planteados.
Es una oportunidad extraordinaria que la Unión Europea haya tomado la decisión de arrancar un mecanismo de solidaridad paneuropeo de características y dimensiones impensables. La acción ha sido denominada «Next Generation EU» dotándolo de un soporte de 672.500M€ entre préstamos y subvenciones, un importe sin precedentes, con ayuda financiera anticipada para los primeros cruciales años de la recuperación. La ejecución se articula en un proceso por etapas “El Mecanismo de Recuperación y Resiliencia” para el cual recientemente se han publicado orientaciones para la mejor presentación de los Planes por los Estados.
Por su parte el Gobierno Español ha presentado el que ha denominado «Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia”. El plan se extiende a los próximos tres años 2021/2023 como guía de ejecución de los 72.000M€ previstos, planteando hacer disponibles el próximo año 27.000M€ intentando adelantar y acortar los tiempos de ejecución. La certeza de la planificación que se presenta se sustenta en el acuerdo de la Unión Europea, que además de fijar la cantidad de dinero dedicada a soportar la estrategia, hizo el reparto territorial, de forma que cada estado integrante conoce los recursos que va a recibir. Sin embargo el plan estatal no tiene referencia alguna a distribución entre las Comunidades Autónomas.
En consecuencia, cuando el Gobierno Autónomo presenta su “Plan para la Reactivación de Canarias” tiene que puntualizar que los casi 6.000 millones que refleja la ficha financiera del plan tan solo recoge la parte que corresponde a los fondos propios.
La denominación de los planes y el listado inicial de las líneas que incluyen, muestra sin lugar a dudas, que compartiendo el enfoque troncal de impulsar la recuperación, existen entre ellos claras diferencias de dónde ponen mayor o menor énfasis y en algunos temas a los que cada uno da un tratamiento particular. Los planes son, sin lugar a dudas, el primer e imprescindible peldaño, pero una vez dado (con mayor o menor acierto) es a partir de ahí, cuando se trata de ejecutar lo planificado con dinero público, donde empiezan las dificultades. Se debe explicar reiteradamente que, cuando la actividad se financia con dinero público hay dos «problemas» propios de la gestión de estos fondos. El primero es que «la existencia” del dinero público no depende de que esté o no disponible en la caja o en el banco, el dinero público existe cuando está incluido en un presupuesto «aprobado legalmente”, ninguno de los tres niveles implicados en este momento tiene los presupuestos aprobados. Parece posible que los tres ámbitos lo hagan en el entorno de inicio del próximo año, sin embargo, se ha de tener en cuenta que los retrasos en cualquier nivel tienen efectos sobre los otros dos. El segundo problema es que el dinero público se gasta mediante un proceso muy reglado, que además no es fácil ni rápido. En el documento del Estado hay un reconocimiento explícito de este problema y plantea: «Una reforma profunda de las normas y leyes de la Administración General del Estado». Es una muy buena intención, pero el conjunto de reformas tampoco es fácil y rápido de hacer y esta es la razón por la que siendo necesario desde hace muchos años, no se ha hecho. De conseguirlo ahora empujados por la Pandemia este sería un de los productos que haría el país más eficiente y productivo que antes.
Esta reflexión tiene como intención evitar frustraciones innecesarias y desmotivadoras y compartir qué es necesario poner el mayor de los esfuerzos para aprovechar el escenario de previsión presupuestaria excepcional que se ha abierto para salir de esta crisis, no tratando de recuperar, como hemos dicho, el PIB y las tasas de empleo y de bienestar anteriores a la crisis, sino de alcanzar niveles claramente superiores que son posibles con el impulso económico previsto. El conocimiento de las dificultades debe ser, el que con su superación, haga reales y posibles las previsiones y objetivos que cada uno de estos planes señalan.
En el contexto de esta página pudiera parecer, que todo lo que se ha dicho respecto a la participación del Crecimiento Azul en la salida de la crisis ha sido cuando menos un poco exagerado, nada más lejos de la realidad. El conjunto de líneas de los tres planes se pueden agrupar en dos grandes núcleos, el que trata de paliar los daños en las personas, sociedades, sistemas sanitarios y públicos en general… y el que trata directamente de fomentar el crecimiento económico centrado en dos ejes el “Crecimiento Verde” y el Crecimiento 4.0. En los dos casos la visión genérica y la horizontalidad, se han de materializar en actividad económica en empresas concretas para actividades específicas y es ahí donde: La Navegación Autónoma, la Fabricación Deslocalizada, las Motorizaciones sin emisiones de CO2, la Energia Azul,… aparecen como los espacios de mercado concretos donde proyectar el crecimiento de la forma más eficiente, por ser donde se tienen ventajas más claras de partida y de futuro. En Canarias uno de esos pocos espacios de oportunidades es el Crecimiento Azul.