La Estrategia Europea para la salida de la pandemia del CV19 está fundamentada de forma inequívoca, en desarrollar todas las transformaciones necesarias para conseguir alcanzar el objetivo de eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero GEI, lo que debe permitir ralentizar el aumento de la temperatura planetaria para que al final de siglo se sitúe en el rango más bajo posible, entre 1,5 y 2º C.
Asumiendo el liderazgo internacional soportado sobre un compromiso económico propio y exigente considerando que, si se hace adecuadamente sobre el impulso del desarrollo tecnológico que se promueve y el conjunto de medidas dirigidas a la reducción y maximización de la eficiencia en los consumos, debe producir un crecimiento económico y un nivel de bienestar ciudadano que compensará y dará equilibrio social al conjunto de Europa.
Las consecuencias actuales conocidas de la guerra en Europa (con independencia del extraordinario nivel de incertidumbre y de imprevisibilidad), han venido a añadir de forma inequívoca argumentos adicionales a la necesidad de alcanzar los objetivos previstos y en hacer un esfuerzo reforzado para acelerar su consecución.
La Estrategia se va materializando con la velocidad y dificultad que caracteriza la búsqueda de equilibrios y convergencia entre los Estados miembros que tienen realidades y circunstancias sustancialmente diferentes, empleando el complejo entramado institucional de la Unión Europea, que como se ha demostrado va consiguiendo avances robustos y continuados en las decisiones acordadas pero (como se ha demostrado también), al alcanzar el nivel de las comunidades en que los ciudadanos se relacionan y materializan sus vidas cotidianas producen reacciones y la incomprensión (en muchos casos) por los efectos negativos de la aplicación de las estrategias que en la mayor parte de los casos estaban previstos y conocidos con tiempo suficiente para haber tomado las medidas necesarias para paliarlos y en todo caso, explicarlos hasta alcanzar el mayor nivel de comprensión ciudadano.
Esta asimetría del funcionamiento institucional europeo está absolutamente contrastada, se deriva del condicionante político que hace que los responsables de transmitir adecuadamente (por cercanía y proximidad), a los ciudadanos el conjunto de las estrategias europeas, los éxitos alcanzados y alcanzables, habitualmente restringen los mensajes únicamente a la parte positiva y a los grupos beneficiados, obviando los costes, sacrificios y limitaciones que su consecución necesitan, además de las explicaciones y medidas paliativas necesarias para los grupos y regiones perjudicados.
Esta forma de proceder ya ha tenido consecuencias objetivas indeseables, probablemente las más obvia y conocida es la salida del Reino Unido y de forma más difusa, reacciones geográfica y temáticamente dispersas, que están generado un grado de desapego, distanciamiento y estímulos centrífugos claramente creciente.
El desarrollo y despliegue de las EERR en la magnitud, intensidad y aceleración con que son necesarias, incorporan por su propia naturaleza todos los componentes que conducen a la percepción social asimétrica de su desarrollo. El crecimiento de la cantidad, extensión y especialización de la información sobre el desarrollo de las EERR en todas las escalas, permite distinguir sin demasiada dificultad, esta asimetría de respuestas señalada.
Desde que se inició el proceso de elaboración de la respuesta europea conjunta a la pandemia (que se ha caracterizado por desarrollarse con una rapidez, dimensión y compromiso solidario nunca alcanzado), siempre ha estado claro que el eje central sería el compromiso medioambiental, basado e impulsado en el desarrollo de las EERR, que harían posible el crecimiento económico y la salida con mayor fuerza, para conseguir sociedades más justas y equilibradas.
Este núcleo estratégico no ha recibido prácticamente, ni oposición ni contradicciones significativas en ningún país, ni colectivo social reseñable, mientras que en contraposición se han generado importantes muestras de apoyo y entusiasmo para su desarrollo, incluyendo un relativamente importante nivel de competencia por tomar parte en su ejecución. Sin embargo, a medida que la estrategia general aterriza en la realidad concreta, la asimetría se comienza a mostrar con claridad, como ejemplo el titular de la noticia en un periódico gallego decía en mayo pasado:
La Xunta se lanza a por la eólica marina y la pesca avisa: “Si afecta no se va a consentir”.
Es un caso absolutamente esclarecedor, Galicia tiene una industria naval tradicional de la mayor potencia, que desde el primer momento ha visto la oportunidad que el desarrollo de las EERR marinas le abría, incorporándose de forma efectiva, tomando parte en contratos de eólica marina en general y muy especialmente en los de eólica marina flotante que se han instalado en el Reino Unido. En contraposición, cuando se plantea la posibilidad de desarrollar alguna instalación en su espacio marino se produce una reacción de importancia que lidera, en este caso, el sector pesquero pero que está integrado por otros colectivos y sectores.
Resulta obvio que en aquellas zonas donde el sector de la construcción naval no tenga la dimensión que tiene en Galicia, el rechazo sin duda será mayor, por ello en la estrategia general se plantea (para estar en situación de al menos “cierto equilibrio” similar al gallego), estimular lo que se ha venido en llamar “el componente local” que se concreta en que, en cada proyecto se debe establecer, cuantificar y valorar como contribuirá en su entorno de implantación, para que pueda formar parte positiva del debate social inevitable.
La experiencia señala que el debate debe ser lo más amplio posible, teniendo que incluir todas las medidas de limitación de impactos de todo tipo y de compensación de los que sean objetivamente inevitables, además añadiendo mecanismos ponderados de relación y contribución con los procesos globales de mayor escala, que dan sentido al conjunto de la estrategia.
Este debate se comienza a plantear de forma incipiente en Canarias y se acelerará a poco que se cumplan los planes y la Hoja de Ruta de las energías marinas en España, que señalan el desarrollo temprano en las aguas del Archipiélago,
El debate es inevitable, pero con seguridad además es necesario, por lo que si se pretende ser eficientes se ha de evitar que se produzca en el momento que su mero desarrollo suponga retraso o imposibilidad. Debe iniciarse con la mayor rapidez, documentación y rigor, que hagan posible por primera vez la suficiencia energética de Canarias, con todas sus consecuencias de crecimiento, empleo y equilibrio ambiental local y de contribución al global.