El desarrollo de la Cumbre del Clima (Cop26), está de plena actualidad y lo seguirá estando hasta el día 12 de noviembre cuando está programada su finalización. La atención mediática al conjunto de reuniones y resultados del programa oficial y a las no menos numerosas e interesantes actividades fuera de él, va a trasmitir un sinnúmero de informaciones alentadoras y frustrantes a las que habrá que prestar la máxima atención.
Esta Cumbre (con retraso por el covid19), continuación de la Cop21,celebrada en París en 2015, tiene cómo efecto inmediato (adicional a las propuestas de futuro que se hagan), permitir evaluar con detalle las consecuencias positivas y negativas de la consecución de los objetivos de la Cop21, qué pretendían alcanzar como referencia central en el “tiempo adecuado”, las medidas que hicieran posible que la temperatura del planeta no superara en 2ºC a los valores anteriores a la industrialización, aunque 1,5ºC se considerarían aceptables.
Con mayores o menores matices, hay tres ideas centrales que se van consolidando:
Se han producido mejoras y programas de medidas objetivas relevantes de dimensión y distribución geográfica, consecuencia de la situación y determinación de los centros de decisión, aunque hay un consenso cada vez más consolidado que en conjunto y a día de hoy, no parece posible conseguir el objetivo propuesto.
Hay hechos constatados de efectos negativos de importancia del cambio climático, así como pronósticos robustos que señalan graves problemas a escala planetaria, junto al temor creciente de efectos todavía no bien definidos y no bien modelizados.
La posibilidad, en tiempo previsible, de conseguir compromisos efectivos que puedan controlar en términos adecuados la conservación del planeta y de la humanidad parece cada día más inalcanzable.
La frustración que estas reflexiones producen es un efecto creciente, debido a que alejan de la acción personal cualquier capacidad de influir en la toma de las decisiones adecuadas, con la consecuencia grave e indeseable de irresponsabilizar a los ciudadanos y a las administraciones próximas. Por ello es imprescindible identificar y objetivar cuál es el rol que todos podemos y debemos tener en la situación actual y desde ella, a dónde y de qué forma debemos avanzar. Es aquí y en este momento donde resulta de especial trascendencia el principio ecologista clásico: «hay que pensar globalmente y actuar localmente», en definitiva, sigamos informándonos e impulsemos en la medida que podamos el esfuerzo internacional y su repercusión, pero no perdamos de vista lo que ocurre en nuestro entorno directo y específico.
Es importante recordar que en la actualidad la potencia renovable instalada en Canarias es el 20,8%, un avance en relación con la situación anterior, pero es lamentable en valor absoluto y mucho más si se tiene en cuenta el potencial de recursos naturales disponibles (viento, sol, olas…). Si añadimos las emisiones del transporte por carretera, más el derivado del aéreo y naval con origen o destino en Canarias (gestionados todos hasta el momento con una muy limitada participación de procesos con baja emisión GEI), nos podemos identificar claramente como un punto negro dentro del marco global.
Es obvia la necesidad de mejorar la situación avanzando hacia los objetivos marcados en los horizontes 2030/2050 por España y en el conjunto europeo, sumándonos con determinación a las propuestas y compromisos que sin duda saldrán del Cop26. Sin embargo, la realidad canaria no recoge una decisión firme para avanzar utilizando los recursos de todo tipo disponibles. Empieza a extenderse una posición cada vez más común e insolidaria de: «Si, sin duda, hay que hacerlo, pero no en el patio de mi casa».
Ya hemos tenido ejemplo de obstrucciones en el pasado muy claras y con efectos, como la paralización y salida del plan de infraestructura de REE del enlace eléctrico submarino Fuerteventura-Gran Canaria, consecuencia de la judicialización de la línea eléctrica norte/sur en Fuerteventura.
En este momento, con la campaña de oposición al sistema de almacenamiento eléctrico Chira/Soria, una oportunidad extraordinaria para conseguir el 100% de generación con renovables y el 0% de emisiones de GEI en Gran Canaria y así contribuir de forma significativa en el conjunto del Archipiélago cuando se materialice la red eléctrica regional. Obviamente el proyecto Chira/Soria tiene impactos negativos, que han de ser minimizados y constan (para quien quiera comprobarlo), los esfuerzos y costes adicionales que se han añadido al proyecto para conseguirlo, pero igualmente han de ser considerados los impactos positivos para maximizar su impulso. Habría que valorar adecuadamente (entre otros) cuál es el valor en el ámbito local y global, cuando con la aportación critica de esta instalación, se consiga la emisión cero de las actividades de los más de 800.000 habitantes de la isla de Gran Canaria y los 200.000 visitantes (que aportan actividad y trabajo imprescindible).
Iniciándose también en la actualidad, la presencia de elementos de oposición a las renovables en el mar, concretamente a su implantación en el suroeste de la Isla de Gran Canaria (que es un enclave de potencial extraordinario), que comienza a suscitar un efecto (también en el ámbito nacional), por el cual, instalar en tierra casi en cualquier sitio, como se hizo en su momento, 60 máquinas para producir 12MW era razonable y ahora hacerlo en una sola de la misma capacidad suscita recelos.
Se vuelve a contraponer al desarrollo de unidades elementales y conjuntos cada vez más grandes, con el ahorro, el no derroche energético, la producción distribuida, la gestión inteligente… Como si fueran elementos antagónicos, cuando son en realidad el conjunto armónico que se ha de conseguir para tener un mix energético capaz, estable, seguro y económico.
Los consumidores en Canarias han perdido la referencia del precio de la electricidad, ya que lo que pagan por kw no tiene ninguna relación con el coste de producción, lo que les ha hecho perder también su responsabilidad sobre las decisiones que dan lugar a esta situación, las repercusiones futuras de esta realidad son difíciles de predecir pero incluyen escenarios adversos de importancia.
Es realmente importante y oportuno que a continuación y al hilo de la reflexión global que el Cop26 va a generar, se aprovechara para promover un debate amplio y participativo, donde se plantee con claridad y transparencia por todos los implicados, cómo debe ser el sistema energético general en Canarias, como obviar o disminuir los peligros y como aprovechar y maximizar las oportunidades que se presentan como consecuencia de poder conseguir la autosuficiencia energética e incluso excedentes que se pueden valorizar para hacer posible el objetivo olvidado del pleno empleo.