Como resulta evidente en la actualidad y ya ha sucedido de forma contrastada en períodos anteriores, las crisis tienen además de los efectos específicos derivados de su propia naturaleza, el colateral de oscurecer y limitar la atención sobre realidades de la mayor importancia que no están en el enfoque de su coyuntura.
Trataremos de mantener el análisis de al menos algunos elementos relevantes, en relación con el avance de la Economía Azul global cómo elemento central del futuro colectivo internacional en el que estamos claramente concernidos. Lo haremos en este caso, referenciando hechos significativos de la Economía Azul sucedidos recientemente, dispares pero alineados.
En la sede central de las Naciones Unidas (NY), 49 países se han reunido del 15 al 26 de agosto para desarrollar las últimas negociaciones que deben hacer posible el Tratado Global de los Océanos. De forma simplificada, el objetivo propuesto es establecer una Red Mundial de Áreas Marinas Protegidas, con un alcance que se extienda a un mínimo del 30% del océano mundial protegido en 2030.
En detalle, se deben incluir además de la delimitación de las Áreas, los objetivos de protección y las limitaciones en ellas. En una visión de las organizaciones ecologistas, se trata del establecimiento de Santuarios Marinos. Además, incluye la regulación de los recursos genéticos marinos en dichas Áreas y la forma en que se compartirán los beneficios que se pueden derivar de su aprovechamiento, incluyendo los genes patentables.
Se esperaba que, en las dos semanas de reunión se pudieran alcanzar los últimos acuerdos que hicieran posible terminar el contenido del Tratado (que debería culminar los 20 años de trabajos realizados hasta el momento), contando para ello con el impulso específico de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos celebrada en Lisboa, del 27 de junio al 1 de julio.
Finalmente, el acuerdo no se alcanzó, argumentando la presidenta de la Conferencia (Rena Lee, embajadora de Singapur) qué: se ha avanzado mucho y “se está más cerca de la meta que nunca” pero hace falta un poco más de tiempo. Este resultado produce un nivel de frustración proporcional a las necesidades y expectativas (que son muchas), pero sin duda, también el reflejo de que los problemas complejos internacionales son y han sido difíciles de resolver, necesitando siempre, incluso cuando han sido posibles mucho tiempo para su consecución.
No alcanzar el acuerdo se ha valorado como un fracaso evidente, atribuyéndose la responsabilidad, directamente y como simplificación a “la codicia de los países” de la High Ambition Coalition (de la que forma parte la Unión Europea y por tanto España), obviando aclarar que el término de High Ambition de la coalición (con que se definen los países miembros de ella), no hace referencia a conseguir más recursos o beneficios de la regulación, sino por el contrario, es la Alta Ambición de conseguir un Tratado mejor, como ya tienen acreditado este grupo de países desde su impulso y creación inicial propiciado por el ministro de las islas Marshall Tony Brown (1945-2017). Por ello, el retraso debería entenderse como un avance que señala con mayor claridad los problemas a resolver y el trabajo a realizar para alcanzar el mejor Tratado lo antes posible.
Otro ejemplo que ha sido noticia en los últimos días ha sido la publicación en Frontiers in Marine Science (30 de agosto) de los 10 años de investigación sobre la restauración de la almeja americana (Mercenaria mercenaria) en Shinnecock Bay, por científicos de la Facultad de Ciencias Marinas y Atmosféricas (SoMAS) de la Universidad de Estony Brook en Nueva York.
Los resultados de esta investigación son la muestra inequívoca de cuál es el camino que seguir para la conservación y gestión ambiental y cuáles son sus resultados económicos sociales. El trabajo, como describen los autores, se inició con el estudio exhaustivo del ecosistema en la bahía de Shinnecock, a partir de cuyos resultados se entendió que el enfoque del esfuerzo de conservación debería hacerse mediante la creación de santuarios de desove para las almejas adultas.
En ese momento se concentraron de forma ejemplar y satisfactoria los recursos financieros, la administración regional y los habitantes de la bahía, lo que permitió en un período de 5 años 2012-2017 sembrar más de 3 millones de almejas adultas en los santuarios establecidos, lo que ha hecho posible, en los 10 años del estudio, incrementar la densidad de esta especie en la bahía un 1.700%, acompañado de una expansión de las praderas de fanerógamas marinas (en retroceso cuando se inició el trabajo) y el fin de las floraciones de algas nocivas que se venían produciendo en la zona.
A estos efectos de conservación ambiental de primer nivel, se ha de añadir que se ha iniciado la recuperación de la actividad pesquera comercial de esta almeja, que se había prácticamente reducido hasta la práctica desaparición (99,5%) desde 1970 (año en que fue la mayor pesquería de almejas de USA, produciéndose dos de cada tres almejas de las que se consumían en el país).
Otro éxito (en este caso más cercano), ha sido la presentación el 5 de julio de los resultados provisionales de la campaña científica de estimación de la biomasa de anchoa adulta en el Cantábrico, unas 230.000 t, cifra más de 10 veces mayor que las 21.000 t que es el valor mínimo estimado para garantizar la sostenibilidad de la especie.
Con la especie salvaguardada, estos resultados, junto con los que están pendientes de otras investigaciones en España y Francia, permitirán antes de fin de año una base sólida para establecer la TAC (Total Admisible de Capturas) (TAC) para 2023, que señala una situación magnífica para un sector de la mayor importancia en todo el Cantábrico, tanto para consumo directo como para una industria conservera de gran valor económico y social.
Esta realidad actual, es consecuencia de las medidas (duras) tomadas en los últimos años (más de 10), que han permitido revertir la situación desde el “casi colapso biológico” de la especie y del sector pesquero y transformador asociado que era noticia año tras año 2006, 2007, 2008…
No solo la anchoa especie objetivo, está en buen estado de conservación (incluyendo el seguimiento cuidadoso para evitar incertidumbres) junto a la actividad pesquera industrial que está funcionando con normalidad, sino que en un paso más, un grupo importante de barcos (93) de la flota pesquera de ésta especie: 47 del País Vasco; 35 de Cantabria; 6 de Galicia y 5 de Asturias; han certificado y mantenido la certificación de sostenibilidad de la actividad como fruto de haber superado con éxito un riguroso proceso de auditoría pesquera.
Estos ejemplos, señalan que se puede conseguir la sostenibilidad ambiental rigurosa y mantener el valor económico-social de actividades (que incluso han estado al borde del colapso y de impactos ambientales que podrían haber llegado a ser irreversibles). Pero los procesos para ello son complejos, difíciles y costosos tanto en lo económico, como en los requerimientos de cooperación y concertación entre todas las partes implicadas, públicas y privadas.