El 5 del presente mes de septiembre se ha publicado y entrado en vigor la Ley de la Ciencia la Tecnología y la Innovación, que viene a modificar la anterior 14/2011. Esta norma se aprobó sin votos en contra y con un amplio apoyo, solo disminuido por el debate de una enmienda relativa a los contratos temporales ligados a proyectos europeos. No es fácil entender por qué el debate más controvertido y final sobre una Ley de Ciencia se concentró en un tema de carácter laboral, que en sentido estricto debería haber estado resuelto propiamente en la legislación específica.
El resultado de la votación también señala lo que viene siendo una tendencia de grandes consensos sobre la regulación específica de la ciencia o su impulso (Pacto por la Ciencia y la Innovación en Canarias de este año o su equivalente nacional del año pasado).
Este ambiente favorable ha sido parte de las reflexiones sobre la importancia de la ciencia en la defensa contra el CV19, debido al impacto positivo de la rapidez con la que se han hecho disponibles vacunas eficaces.
Este contexto generalizado y global sobre la importancia de la ciencia y de sus efectos en la resolución de problemas con implicaciones económicas e industriales, se ha visto reforzada con los datos del valor de las vacunas producidas y el impulso de las plantas de fabricación para cubrir la necesidad de estas.
La situación y concienciación generalizada que se muestra sobre el valor social objetivo de la ciencia es extremadamente importante, debe ser gestionada cuidadosamente para que produzca el impulso y desarrollo conveniente y necesario con carácter global y particularmente en el Estado y Canarias, ya que con la misma magnitud, este consenso había sido alcanzado en Europa, llegando a formar parte de las estrategias de la UE que condujeron a un impulso amplio de la ciencia, con la convicción qué sería la base de la actividad económica general y de riqueza en su futuro.
Sin embargo, ya en 1995 en el Libro Verde de la Innovación, lanzado por la Comisión Europea, se acuñó el concepto que titula este artículo: La Paradoja Europea, que viene a señalar que si bien el conjunto de países de la Unión de forma amplia, tenían una producción científica de la mayor importancia internacional, la conversión de esa actividad científica en económica industrial había sido mucho más limitada que la producida en otros países de referencia. Lo que ha sido el resultado del análisis exhaustivo realizado en cada uno de los 17 Estados miembros (en aquel momento) más Islandia y Noruega). La conclusión central fue que la cantidad de ciencia de calidad producida no generaba necesariamente la conversión en un crecimiento económico en el entorno del lugar de generación de la propia ciencia.
Resulta evidente que la ciencia es esencialmente global y abierta, lo que junto con los medios de comunicación actuales hace que sea fácilmente accesible y compartible, por lo que su aplicación y conversión en actividad económica (Innovación) se puede realizar prácticamente en cualquier lugar donde se den las condiciones efectivas para ello y que no son necesariamente aquellos donde se da la existencia de los centros propiamente generadores de la mejor investigación.
Una rápida revisión del cuadro de indicadores de la innovación en la Unión Europea (edición 2021) ayuda a tener una visión del conjunto y sirve de referencia para situar cada país y cada región. Los datos de referencia indican que la tendencia a la mejora de la relación Ciencia/Innovación ha sido generalizada en Europa (en promedio, el rendimiento de la innovación de toda la Unión Europea ha aumentado un 12,5% desde 2014). Suecia sigue siendo el país líder, seguido de Finlandia, Dinamarca y Bélgica, todos ellos muy por encima de la de la propia media europea, pero que en su conjunto se sitúan por detrás de Corea del Sur, Canadá, Australia, Estados Unidos y Japón, qué son los países líderes internacionales.
En este contexto, España se sitúa en el tercer bloque de clasificación de los países europeos por su generación de innovación (de cuatro) denominado como país innovador moderado y Canarias en el cuarto y último de las regiones, calificado como innovador modesto. La situación es mala en ambos casos y debería conducir a tomar medidas para corregir esta realidad.
En Canarias el análisis de esta realidad no es difícil, la mayor parte de la información existe y está disponible, como consecuencia una estrategia y plan resultarían razonablemente de rápida redacción, los elementos básicos son conocidos y aunque técnicamente no es especialmente difícil si lo es desde el punto de vista político/administrativo ya que supone elegir entre alternativas diversas para orientar los recursos limitados a los “pocos” objetivos que pueden ayudar a conseguir el crecimiento económico basado en las capacidades y características locales (en términos europeos) conseguir una Especialización Inteligente.
El desarrollo de la innovación se ha de producir en el seno de las empresas como única forma de alcanzar el mercado de forma eficiente. En Canarias la inversión en I+D+i de las empresas está en el entorno del 0,1/0,2% del PIB (lo que es una cantidad inequívocamente insuficiente), que normalmente la sitúa entre las tres comunidades que menos invierten en el estado español. El tamaño de las empresas es crítico para el desarrollo de la innovación, lo cual en Canarias es claramente una de las dificultades esenciales, ya que se encuentra también en el grupo de las tres comunidades con porcentaje de empresas de menor tamaño.
Es importante no caer en la contraposición de la asignación de recursos entre la I+D y la i, es necesario financiar adecuadamente los tres bloques incorporando nuevos recursos y eligiendo de forma inteligente dónde priorizar, de forma que las áreas de acciones elegidas verían aumentadas la disponibilidad de recursos en cada caso.
El incremento de tales recursos ha de ser producido, sin duda, por la aportación pública, pero además han de generarse las condiciones para que se añadan los provenientes de la actividad operativa real de Fondos de Capital Riesgo (gestionados proactivamente en Canarias), a los que se han de incorporar los derivados de impulsar la utilización de las herramientas fiscales de mecenazgo, generando eficacia y seguridad en su uso.
La innovación no se radica por generación espontánea o por casualidad, ni siquiera por la existencia de centros de investigación de excelencia, lo hace donde se aplican estrategias bien definidas, acordadas con la realidad y coordinada entre los actores públicos y privados, que además deben tener elementos de originalidad suficiente para conseguir ventajas competitivas en el contexto global.